miércoles, 29 de noviembre de 2017

Oralidad: entrevista

Era una mañana tranquila del 2005, un tres de febrero más precisamente. Me encontraba leyendo el periódico tomando un café, mirando sobre el balcón de una terraza en rosario. Era el departamento de un amigo el cual se llama mariano.                                                                     El mismo llega de trabajar y me muestra un mensaje de mi padre el cual se encontraba en Nogoyá, nuestra ciudad natal. El mensaje hacía mención a que yo había ganado el premio mayor  en la lotería; mi reacción al instante fue de no creer lo que pasaba, no sabía bien si era cierto o  era una broma, al llamar a mi padre en un video llamada comprobé firmemente que  era cierto, la sensación de felicidad fue inexplicable sentí tanta emoción que me puse a llorar.                                                                                        Mi amigo en ese momento saltaba de alegría y me acompañó en el festejo, tanto  fue la repercusión  que salí en los medios, me titulaban como el nuevo millonario de la noche a la mañana; mi vida desde ese entonces empecé a cambiar. Vivía de fiesta en fiesta, eventos, salía en programas de televisión hasta me compré mansiones y autos de lujo. Pasó el tiempo, mi vida parecía de ensueño e  incluso sentía que mi vida estaba  hecha;  hasta que un día la vida me reveló algo en un viaje que hice al norte del país. Dos personas se me acercaron en el hotel y me dijeron si podía ir de visita a una casa en las afuera de la ciudad, yo accedí a la propuesta y fui a donde me pidieron. Cuando voy llegando veo un paisaje  de  casas muy precarias, lo  cual yo no estaba acostumbrado  a ver, de repente para el auto y me bajo. La primera imagen al bajarme fue ver una casa de cartón y chapa, al entrar a la misma, veo  dos niños desnutridos y uno a punto  de morir, la imagen fue tan desgarradora que quedé en shock, nunca había visto algo así.                                                                                                                                                                Desde ese día mi perspectiva de vida empezó a cambiar, me di cuenta que lo que a mí me sobraba a otros les hacía muchísima falta; con todo el dinero que tenía puse comedores en la zona, también les conseguí ropa y sobre todo agua. Pasaron los años, con esfuerzo de todos el pueblito salió adelante y sobre todo los niños que yo había visto aquella vez estaban mejor. Desde ese entonces me di cuenta que no hay que ser tan egoístas en la vida y que  cuando nos sobra algo, eso, puede sacarle una sonrisa a alguien que lo necesita.

            

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